Pues eso. El pasado 15 de Enero de 2012 D.C. y habiendo visto sin lugar a dudas que por la zona de Grazalema iba a caer “la del pulpo”, me planteo el ir allí, para sufrir lo insufrible y para darle alimento a todos los virus y bacterias que se aprovecharían de mi debilidad ante la adversidad, o por el contrario, me quedaría tranquilito en casa, viendo una peliculita, calentito, con una tacita de buen caldo acorde a mi peculiar modo de ver la vida, y por supuesto tomo la decisión más inteligente … ¡¡me voy al campo!!
Nos reunimos puntualmente 9 caminantes, puntualmente porque en mi inmensa sabiduría le dije a mi querida y amante esposa que habíamos quedado media hora antes de lo que realmente se había estipulado, si no de qué…
Allí estábamos Mª José, Ángela, Mercedes, Ana, Julio, Francisco, Adrián, mi Juan

y yo.
Salimos, y después de comprobar como Francisco es capaz de levantarle el flequillo al mismísimo Fernando Alonso con un utilitario, y a pesar de ir detrás de él como buenamente puedo, con las orejas para atrás, y el culillo apretado, lo pierdo de vista lo bastante como para pasarme el cruce desvío hacia Grazalema, lo que hace que tenga que dar la vuelta como cuatro o cinco Km. más tarde tras percatarme de que el coche gris que nos precedía no era el de Francisco Fitipaldi.
Tras localizarnos por GSM y tras evacuar aguas menores, nos encontramos para comenzar la ruta propiamente dicha.
¡¡Qué bien íbamos!! ¡¡Qué facilito era todo!! … hacia abajo, porque la ruta empezaba hacia abajo. En honor a la verdad, era una de las rutas más bonitas de las que había hecho hasta ahora. Entre alcornoques centenarios, cubiertos de líquenes, rodeados de fauna de variada especie, nos fuimos adentrando cada vez más en unos paisajes que nos llenaban de vida, inundándonos de un amor por la naturaleza difícil de disimular, y la prueba está en que las mujeres, mucho más explícitas que los hombres a la hora de exteriorizar sus emociones, no dudaron a abrazarse a un frondoso alcornoque con gran pasión y poco pudor, y a las fotos me remito.
Cuando llegamos casi al final de la ruta, el trío calavera formado por Adrián, Ana y yo mismo, aparecemos unos minutos más tarde debido a que decidí comerme unas mandarinas y de todos es sabido que los hombres tenemos dos neuronas, una para usarla y otra para aguantar las orejas, y como la segunda estaba ocupada, tuve que dejar de andar para poder pelar las dichosas mandarinas, lo que hizo que me retrasara y me dio la oportunidad de observar al llegar, a un pequeño grupo de excursionistas que volvían riéndose por algo, un “algo” que tuve la ocasión de averiguar después cuando supe que fueron ellos los que dijeron al grupo que un poquillo más abajo había un mirador precioso, y que estaba muy cerca, sin dificultad para llegar … ¡¡jopé!!! Aquello estaba donde el profeta pegó las tres voces y sólo se oyeron dos de lo lejos que estaba y lo inhóspito del lugar.
Comenzamos la vuelta y mira tú que risa… se pone a chispear. Jejeje… jijiji… jojojo… jopé, la que está empezando a caer. Esto ya no es chispear, esto es llover con mala leche, y unido a los 3 grados del momento, lo único que me mantenía con un humor aceptable era la representación mental del solomillo que me iba a “jincar” en cuanto llegase al restaurante que estaba reservado, y al que el grupo del coche “Fitipaldi” se había adelantado para guardar mesa, no fuese que al llegar tarde no nos respetasen la reserva, y eso serían ya palabras mayores.
Pensando que ya nada podía ir peor, el cielo se encargó de desmentirlo, porque al momento empezó a granizar. Ala, y yo sin casco. Proseguimos entre un paisaje digno del “Señor de los Anillos”, con su lluvia, su frío, su niebla y sus orcos, al menos era la apariencia que teníamos con las capuchas y el cuerpo encorvado, y con más pena que gloria, llegamos a los coches, donde Juan, en una especie de tejado con columnas se marcó un “Striptis” delante de unas señoras mayores que lo jalearon como se merece.
Tras esto, llegamos al restaurante y situados delante de una chimenea, permanecíamos cerca del fuego hasta que olía a pelillo de culo quemado, al menos por parte de los tíos, que no veas lo a gustito que estábamos allí.
En definitiva, que echamos un gran día, donde lo mejor, como siempre fue la compañía, y en la que se echó de menos a algunos caminantes que seguro que habrían venido de haber podido, pero que para la próxima seguro que no faltan.
Un abrazo a todos, y nos vemos en la próxima