Tras cumplir con mi obligación de ciudadano modélico, y después de oír una voz varonil con tintes chillones decir “Antonio Gómez … vota”,
me dirijo dando saltitos junto a los caminantes Ana y Adrián al punto de encuentro, situado en esta ocasión en casa de Francisco, y cual no sería mi sorpresa al llegar, que observo que somos los primeros
… Ana ha llegado la primera, y llega pintada, maquillada, con el pelo lavado, la muda limpia y el botox puesto
, así que razón había para que todos los periódicos de tirada internacional plasmasen en sus titulares semejante acontecimiento.
Al poco sale Francisco para saludar y le sigue Potter, su perro que nos iba a acompañar a la ruta, y una voz potente y estridente, que haciendo eco por las montañas cercanas, y en el mismo tono que cuando le dice Mercedes a su Francisco “¡¡no comas más bombones…!!”
Se oye gritar “¡¡Que no se escape el perro…!!”, pero ni medio segundo más tarde, tras una repentina carrera ante la cara descompuesta de Francisco, sale el perro corriendo carretera abajo seguido de cerca por su dueño con una sorprendente carrera donde primero iba el perro, después los pies, detrás la barriga y por último la cabeza, en un alarde de equilibrio que en mi vida he presenciado,
y la casualidad fue que el coche que en ese mismo momento pitaba para no atropellarlo, no se a cual de los dos, al perro o a Francisco, era el de Juan que junto a Ángela y Mª José llegaban al lugar de encuentro. Resoplando como si hubiese inflado un globo con el agujerillo de la nariz,
ops: regresa Francisco y llega también Begoña y Jose, y nos disponemos a irnos hacia Periana.
Vamos muy alegres, y como el primero iba Francisco “Fitipaldi”, aunque juro ante Dios, Mahoma, y el mismo Buda que no perdí de vista el coche de Francisco, pasado el cruce que debíamos coger para salir de la autovía, veo que el vehículo que me precede está conducido por un señor con pelo a lo afro, y con la inteligencia y el don investigador que me caracteriza, llego a la conclusión que ese no es Francisco, y unido a que el coche era una marca y modelo diferente, aunque en mi descargo diré que el color era el mismo, deduzco que me ha vuelto a dar esquinazo
.
Teniendo que aguantar la voz de Pepita grillo
ops: que me decía constantemente… “si es que no estás atento… otra vez te ha pasado lo mismo… vaya despiste que tienes… pon el GPS a ver si te aclaras…” una Pepita grillo que iba maquillada, pintada, requetelinda y hasta aquí puedo escribir…
Tras varias vueltas donde por poco acabamos yendo para Alcorcón, llegamos a Periana y tras preguntarle a un amable señor con pocos dientes donde estaba la comandancia de la guardia civil, nos dijo “zozo zezzo paziba y cezpué e a eonga pagegesha…” y como nos quedamos los cuatro (Mª José iba con nosotros) mirándolo como el que ve a un cura con sotana de Agatha Ruiz de la Prada,
un amigo con su dentadura completa nos tradujo “todo recto y después en la rotonda a la derecha” … yo, pa mí que era compañero de juergas y lo tenía acostumbrado a escucharlo con la lengua de trapo.
Llegamos al lugar de encuentro donde se encontraban los ya mencionados y también Julio, Pilar, Salvador y Tere.
Nos vamos con los coches hacia puente Don Manuel, que era donde debíamos acabar la ruta, y de nuevo iba Fitipaldi primero, pero esta vez me propuse no perderlo de vista así pasase “mi Juan” en bolas por el arcén con sombrerito de lagarterana, por lo que con los ojos bizcos como si estuviera ensartando una aguja en un día nublado, llegamos juntos al destino, pero todos los demás coches se habían quedado atrás… normal… paberse matao.
Volvemos en el autobús escolar de Jose y todos reunidos comenzamos por fin la ruta propiamente dicha.
Entramos desde Periana con unos paisajes espectaculares, y digo espectacular porque igual encontrabas una taza de water que una pata de cangrejo, que un hulahop roto o la cabeza de una cabra difunta, todo eso a ambos lados del camino, tenía su no se qué, bastante original.
Conforme nos alejábamos del pueblo, estos paisajes “guarriurbanos” iba dejando paso a unas vistas de verdad asombrosas, al menos hasta donde la vista alcanzaba, que no era excesiva, no por las dioptrías de cada uno, o por las legañas que el madrugón emplasteció en nuestros ojos, sino a que se había levantado una niebla que empezó a transformar el paisaje en un escenario digno del señor de los anillos.
Juan se dedicó a coger espárragos, y Tere a recoger hinojo, yo buscaba solomillos a la pimienta con patatas fritas, pero no encontré ninguno, y como al rato me di cuenta que nuestra mascota iba meando en todas y cada una de las esparragueras que veíamos por el camino, y Juan venía recolectando los espárragos bastantes metros más atrás,
llegué a la decisión irrevocable de que si era invitado a comer una tortillita de espárragos en casa de la vecina, declinaría gentilmente la oferta, no por na, es que a mí los espárragos no me gustan.
Acabamos la ruta y mientras nos despedimos de Jose y Begoña que no podían quedarse a comer, nos quedamos con las velas de mocos congeladas porque allí, entre la niebla, el viento, la humedad y el hambre, nos quedamos más fríos que un camerunés en Laponia.
Nos dirigimos al restaurante, situado en el pueblo de Guaro, y tras meternos en unas calle donde los burros se rozan las orejas de estrechas que son … las calles, no las orejas, aparece un pedazo de edificio que preludiaban una buena comida, como así fue.
Pedimos varias cosas, pero a destacar que el potaje de hinojo estaba buenísimo, pero las migas ya no puedo decir si estaban buenas o no porque me despellejé la lengua, el cielo del paladar e incluso dos dientes se me han quedado más oscuros, como quemados debido a la temperatura de la puñetera sopa y las pocas luces de quien se la comió, que aunque no llegué a gritar, cualquier comensal avispado podría haberse percatado de lo sucedido al observar los dos lagrimones que corrieron por mis mejillas tras la primera cucharada.
Y hasta aquí el día de hoy, grande, espectacular, acompañado por un nutrido grupo de caminantes con quien no falta el humor y las ganas de pasarlo en grande, y con tremendas ganas de volver a compartir de nuevo ruta con semejante fauna, aunque la próxima vez le soplo a la sopa.
Un abrazo muy fuerte, caminant.es.
me dirijo dando saltitos junto a los caminantes Ana y Adrián al punto de encuentro, situado en esta ocasión en casa de Francisco, y cual no sería mi sorpresa al llegar, que observo que somos los primeros 
, así que razón había para que todos los periódicos de tirada internacional plasmasen en sus titulares semejante acontecimiento. 
ops: regresa Francisco y llega también Begoña y Jose, y nos disponemos a irnos hacia Periana.
llegué a la decisión irrevocable de que si era invitado a comer una tortillita de espárragos en casa de la vecina, declinaría gentilmente la oferta, no por na, es que a mí los espárragos no me gustan. 
