Bonito día el que pasamos el Domingo por tierras gaditanas. Nos reunimos los caminantes Juan y Ángela, Francisco y Mercedes, Ramón e Isabel, Mª José, Ana, Antonio y Adrián y el caminante más bajito, menos hablador y más inteligente... Potter, que el hijo de perra, y a mucha honra, buscaba la sombra donde nosotros esperábamos al Sol.
Una vez recogida Mª José en su zona por Calahonda, nos dirigimos raudos hacia nuestro destino, bastante rapidito, sobre todo porque como nos llevaba el coche, no había que esforzarse demasiado... todavía Francisco Fittipaldi y el menda lerenda hacíamos algo de esfuerzo con el tobillo al acelerar, pero aguantamos como machotes todo el camino sin quejarnos ni una miaja.
Como soy de temperamento intrépido, y arriesgando a que se me dislocase el tobillo, consigo llegar sin perderlo de vista hasta la venta "El Frenazo", que es donde íbamos a comer, y aprovechamos para tomar un café y soltar aguas menores, no necesariamente en ese orden. Como nunca se acuesta uno sin aprender algo nuevo, después de dejarme el pellejo de los dedos pegados al vaso, y la lengua como la oreja de una becerra, tras secarme los lagrimones que goteaban por la barbilla, llego a la conclusión, en mi sublime entendimiento y capacidad deductiva, que el café Malagueño es menos caliente que el gaditano, o como poco, que el café del "Frenazo" es más caliente que ninguno de los que he tomado en mi vida.
Emprendemos la marcha de nuevo y a pocos Km. entramos en un camino hacia la izquierda, Francisco Fittipaldi delante, yo a escasos metros detrás hasta que en la zona donde más boquetes había, rodeados de piedras, en un camino donde incluso andando hay que tener a mano el número del dentista porque te puedes dejar los piños en cualquier tropezón, al grito de ¡¡¡IIIIIIAAAJJJIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!!! sale escopetao Francisco con su 4X4 y me deja allí tirao con mi coche fashion de ruedas de 17" con perfil bajo "divinodelamuelte" ... y con Ana, mi santa esposa, diciéndome que donde voy, que tenga cuidao, que a ver si me cargo el coche ... y eso que iba tan lento que varios caracoles y una babosa se subieron por la goma y trepaban ya por la puerta ...
Llegamos a una bifurcación de caminos. Podíamos tirar a izquierda o derecha. A izquierda había un puentecito de madera tan estrecho que no se podía pasar andando sin rozar las orejas, por lo que Juan dedujo, con muy buen criterio, que debía ser por la derecha ya que seguía un carril como de tres metros aunque con los mismos socavones que antes. En esto que Ana, mi santa esposa, comenta que igual podíamos ir andando, que para eso habíamos venido, a lo que yo, muy gentilmente, paro el coche y la invito a salir y que ande ... pero no cayó en la provocación y seguimos hasta que Francisco llamó por teléfono, y tras cogerlo y escuchar algo así como "tet... tresv...usm...cuando v... entra..." le paso el teléfono a Ángela con el pretexto de que no sé hablar Sueco. Tras un gran esfuerzo de interpretación, quedamos en que aparcásemos el coche donde pudiéramos, que Francisco vendría a recogernos y a punto estuve de meterlo en un parking subterráneo, pero vi a tiempo que era otro butrenque, no la entrada de un garaje.
Paramos el coche en un lateral donde no molestase y al poco vemos una humareda que se acerca y unos gritos como "YYYIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIJAAAAAAAAAAAAAAAA" y aparece Francisco Fittipaldi con los ojos como monedillas de euro, la sonrisa ancha y los pelos tiesos ... del bigote, los de la cabeza no, y los demás no sé.
Nos subimos al 4X4 y tras varios kilómetros donde como por arte de magia, unas monedas que tenía en el bolsillo derecho pasaron al bolsillo izquierdo, perdí tres empastes y a Juan se le cambió la raya del pelo del lado izquierdo al derecho; ya podéis imaginar de qué manera nos llevó esta criatura hasta el inicio de ruta.
Empezamos a andar, a lo que habíamos venido propiamente dicho, y al llegar a una explanada donde había un cortijo más estropeado que el portero de un futbolín, unos ciclistas nos comentan que es mejor meternos por una valla y hacer la ruta en un sentido que había menos cuestas y era muy bonita. Empezamos a descender y el paisaje cambia espectacularmente, parecía que íbamos por el bosque encantado, con una cantidad impresionante de alcornoques, quejigos, y multitud de vegetación que junto a la humedad ambiente y la ausencia de frío nos transportaba a una época donde la mano del hombre no había destrozado el paisaje como por desgracia pasa en la prácticamente totalidad de nuestros bosques.
Tan absorto estaba en la contemplación de la naturaleza, que un bichito se me posa en el hombro ... mira que mono, mira la naturaleza, ¡OH! qué bonito, la simbiosis, la integración, la... la... ¡¡¡LA MADRE QUE LO PARIÓ AL P...TO BICHO!!! Viaje de picotazo que ma pegao el joío. Aquello era lo que vulgarmente se llama tábano, o mosca de los burros, y me mosqueaba que casi todas se iban para mí ... bueno, alguna también para Juan, y nos acompañaron casi todo el recorrido, mira tú que bien..
Charlando, paseando, mirando y disfrutando, llegamos tras una buena cuesta al inicio de la desviación del arroyo Canuto, y comenzamos la ascensión quedándose Ángela y Juan esperándonos allí por si no volvíamos, para pedir ayuda o en su defecto para comerse los bocadillos, que la cosa está mu mala y hay que aprovechar cualquier cosa.
Empezamos a subir una cuesta tan empinada que si mirábamos al frente nos veíamos los pies, y tras adentrarnos en el camino un rato, descubrimos una pareja en proceso de apareamiento, y el macho de la especie, con poca congoja y gran disimulo, comienza a cortar salchichón sobre una piedra mientras la hembra de su especie se arreglaba el pelo como quien no quiere la cosa... que digo yo que hay que ver el temple del maromo el ponerse a cortar salchichón en esas circunstancias, que con los nervios se podía haber equivocado de salchichón y nos podría haber dado la tarde con el tema de urgencias y tal ...
Pasamos por el lado, con educación y disimulo y al poco rato, Francisco, en una extraña subida que le da, cosa rara porque este hombre es la seriedad personificada, que no se le oye una voz más alta que otra, decide emular a Indiana Jones y se agarra a una liana para simular un balanceo, pero no le queda estéticamente tan bonito como al verdadero, por lo que lo denominaremos, en lugar de India na Jones ... Francis co Jones, que la verdad es que iba el primero previendo cualquier eventualidad y sobre todo, ahuyentando cualquier animal o cosa peligrosa que pudiese estar por los alrededores gracias a sus estéticos cantos guerrilleros, vulgarmente denominado verborrea...
Completamos un círculo y volvemos al punto de partida donde todos juntos de nuevo nos adentramos en un nuevo paisaje alcornoquero y andando... andando, llegamos al cortijo donde hacía varias horas nos indicaron el inicio de ruta.
Francisco se adelanta a por el coche, los demás siguen caminando por el carril en dirección a los vehículos y Mercedes, Ángela y el que suscribe nos quedamos a la puerta del cortijo, cuidándolo, no vaya a ser que entrase alguien en nuestra ausencia.
Mientras esperábamos pacientemente el regreso de nuestro Fittipaldi, el sombrero de Ángela decide darse un bañito, que por otro lado no hubiese estado mal si el bañito no hubiese sido en un charco de fango y el sombrero no hubiese sido caro y de diseño, pero a pesar de llevar un montón de horas andando, de encontrarse extremadamente cansada, sin ganas de dar un paso, me dejó totalmente perplejo la rapidez con que atravesó los 6 o 7 metros que le separaban de dicho sombrero, recogiéndolo del agua habiéndose mojado mínimamente, como un maestro Ninja en plena operación rayo. Si es que todo está en la mente.
En esto que aparece el 4X4 esperado, a veces de frente, a veces de lado y a veces volando, y nos montamos para volver a nuestro coche en "cero coma dos" y tras encajarnos las cervicales en nuestro sitio, nos dirigimos hacia el restaurante donde ya todos contentos, hambrientos y satisfechos por esa magnífica ruta, nos desquitamos con una buena comida y una estupenda sobremesa en compañía de tan gratos comensales y tan buenos amigos.
Se brindó por la nueva caminante, la nieta de Francisco y Mercedes, se brindó por la buena ruta, por la amistad, por la comida, por los alcornoques, por el salchichón... y ya perdía la cuenta porque yo, con más de dos brindis, como que me ciego y me olvido, pero sí me acuerdo que fuimos invitados por Francisco y Mercedes a todas las bebidas, en honor y celebración de su nieta, así que muchas gracias por el detalle.
Espero que siga habiendo muchas como ésta, que lo de menos es la ruta, lo mejor es la compañía de los que participan. Se echó de menos a los que no pudieron venir.
Muchas gracias por ser como sois.
Un abrazo, caminants.
